En sus inicios Internet se presentó como un espacio neutro donde la posibilidad de la diversificación de voces y pensamientos contribuiría a la igualdad. Hablar de un espacio neutro implica que no existen sesgos o prejuicios que influencien o determinen su funcionamiento. Si bien las características más básicas de Internet proponen la apertura, horizontalidad e independencia de la misma, la realidad es que muchas veces eso no se cumple. Desde una perspectiva de género, Internet ofrece una enorme potencialidad de empoderamiento, sin embargo muchas veces termina reforzando desigualdades pre existentes, en tanto fue creada sin tener en cuenta las relaciones de poder y los distintos contextos.

En consecuencia se reflejan los mismos problemas sociales que existen fuera del ámbito digital: algunos de ellos son las prácticas de exclusión y violencia que podemos apreciar en la brecha de género.

¿Qué es la brecha digital de género?

Título de la imágen Es un concepto dicotómico que se utilizó por primera vez en los años 90 para hacer referencia a la brecha que se estaba creando entre los países, los grupos sociales y las personas que tenían acceso a las tecnologías digitales y los que no lo tenían (Selwyn, 2004).

La brecha digital de género se refiere a las diferencias entre hombres y mujeres en el acceso a equipos informáticos y en el uso de dispositivos electrónicos e Internet (TIC). Como todos sabemos, detrás de este término se esconden muchas "brechas digitales". Divisiones entre países, entre zonas urbanas y rurales, entre mujeres y hombres, viejos y jóvenes, ricos y pobres, con alto y bajo nivel educativo, alfabetizados y analfabetos. Hay grados de uso que dependen de dónde se pueda acceder, a través de qué dispositivos, con qué ancho de banda, a qué precio.

La simplificación en una división binaria tiende a aplanar esas desagregaciones, fomentando enfoques que subestiman la importancia de explorar las diferencias en la experiencia de Internet de las distintas personas. Para ser eficaces, las políticas y los planes de negocio deben considerar a los diferentes grupos en sus propios términos, responder a las diferentes razones para valorar Internet y a las diferentes barreras para conseguir el valor, y explorar la relación entre esos diferentes factores. (APC, 2021).

1. El acceso a Internet:

Según una publicación de la Unión Internacional Telecomunicaciones (ITU) en 2020 la proporción de mujeres que utilizaron Internet de manera global fue de 48% frente a 55% de los hombres. Sin embargo esta muestra tiene algunos huecos, ya que pretende medir a todas las personas que han utilizado una vez o más en los últimos 3 meses. (ITU 2021).

Estas mediciones no incluyen un análisis sobre el bajo porcentaje de mujeres que realizan carreras basadas en TIC, así como tampoco sobre las condiciones de trabajo en líneas de ensamblado en maquilas tecnológicas, y tampoco sobre las desigualdades de sus remuneraciones con respecto a sus pares hombres. (Sequera & Gimenez. 2018)

Por su parte Intel Corporation publicó una investigación en 2021 que las mujeres en países de desarrollo tienen 23% menos posibilidades que los hombres de conectarse a Internet. Eso quiere decir que en un mismo territorio, algunas personas están muy conectadas, otras están menos conectadas y otras están desconectadas. Por tanto, ell grado de conectividad y la calidad de conexión deben tenerse en cuenta para medir el acceso a Internet.

Las políticas públicas y el sector empresarial que se ocupan de la conectividad, el uso y el impacto deben tener en cuenta los deseos y las necesidades de conectividad de las personas en general, en lugar de centrarse sólo en conectar a los que están desconectados: en permitir que los que están en todos los niveles de compromiso logren lo que buscan, al tiempo que mitigan los riesgos.

2. La forma en que habitamos Internet:

De las personas que acceden, su uso y forma de transitar estos espacios difiere considerablemente en términos de género. En la investigación realizada en Colombia (WebFoundation, 2015), se señala que la mayoría de las mujeres que acceden a Internet la utilizan para relaciones y actividades sociales. Además se evidencia que un porcentaje muy bajo la utiliza como herramienta política para informar y ser informada. Esto se debe principalmente a la jerarquía impuesta de roles de género que divide el ámbito privado de lo público, y establece la exclusión de las mujeres y grupos disientes de la participación y toma de decisiones. El hecho de que sea muy bajo el porcentaje que utiliza Internet como medio de incidir políticamente, demuestra que la exclusión de género en espacios digitales responde a la misma problemática que genera exclusión en los espacios fuera de línea. A su vez, las mujeres más activas en Internet (blogueras, periodistas y activistas en general) sufren ataques en línea de manera sistemática. Los ataques se manifiestan en forma de agresiones, amenazas y descalificativos que aluden a prejuicios y estereotipos de género, así mismo refuerzan violencias históricas hacia las mujeres, como por ejemplo amenazas de violación. Ello configura violencia de género en línea. Dichos ataques generan autocensura o cancelación de sus perfiles en redes. (Sequera & Gimenez. 2018).

Las desigualdades sociales se trasladan a las esferas digitales y a su vez la violencia se traslada fuera de la red. Las agresiones que se manifiestan en el mundo virtual tienen un efecto directo sobre el cuerpo y la mente de quienes la viven.

Entonces, a pesar que Internet se presente como un espacio neutro, no lo es en tanto está atravesado por asimetrías de poder y momentos políticos, culturales e históricos, que lo sujetan a contextos donde se producen. Esta falta de neutralidad se remonta al momento de su creación ya que quien produce generalmente las tecnologías son grupos hegemónicos (hombres cis, blancos, heterosexuales, pertenecientes a clases sociales altas o medias). Al no formar parte las mujeres ni las comunidades minoritarias en los procesos de creación y producción, la desigualdad se manifiesta no solamente en cómo usamos la tecnología sino también en cómo operan las tecnologías e Internet y de qué maneras son puestas a disposición de la sociedad.

El reporte regional entregado a la relatora especial sobre la violencia contra la mujer en la Organización de las Naciones Unidas, arroja un diagnóstico regional de la situación de violencia de género en el entorno en línea, como un “continuum” de las agresiones que viven las mujeres en espacios físicos –calles, universidades, casa– y que se complejizan y se amplían a través del uso de la tecnología.

Litigios Estratégicos

Enterate más sobre los casos de violencia de género digital que TEDIC ha acompañado.

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